ESTAR SOLA

Quiero estar sola, conmigo. Volar a una isla sin prisas. Aprenderme, de una vez por todas, el nombre de los pájaros. Te lo digo en serio, no me seducen los cruceros. Prefiero las cosas pequeñas y sólo tengo dos pares de bolsillos. A propósito, pienso volver a dejarme el pelo rizado, como antes, para engancharme en los olivos, y oler a sal, a semilla caída, a sol y tierra, todo enredado. Comer picante, danzar entre los cactus, sonreír a extraños, y todas esas cosas que tú no harías. Acostarme a las tantas, leer hasta quedarme ciega, pasear por los campos aunque haga calor y estemos en agosto y el vestido esté roto. Y también…. no te molestes, pero quiero volver a mirar, a ser mirada, tengo la piel de mantequilla ¡y es tan hermoso! Sólo echar un ojo, te lo prometo, y bueno… y jugar a medias, en la distancia, como los chiquillos, como aquel día… Me encantan los hombres pájaro, ¿te lo he dicho alguna vez?, y las camisas blancas.

Esto de la pareja está muy bien. Sabes que adoro ir en tu coche a los acantilados. Y poner la mano sobre tu hombro. Y olerte, madre mía, como se huelen los perros y las comadrejas.

Pero el aire me ha traído algo nuevo y no sé qué es. Tengo que descubrirlo por mi cuenta. Cenar maíz en la cocina, a solas, escuchar música cubana. Salir a correr hasta el mar, abrir mucho los brazos, dejar de esperarte. Sentirme una otra vez.

Porque este año he hablado demasiado de ti y ahora no quiero. Por eso voy a coger mi casa y me voy a mudar a lo alto de la colina. Para oír sólo a los buitres, para gritar cuando me rozo, para inventar mi cuento y volver a empezar. Es más, pienso quitar todos los espejos. Soy bonita, cuanto más despeinada, desnuda y descansada, más entera. Más de verdad. Así que no los necesito. Me encantó el otro día, cuando desperté en mitad de la noche y me vio la luna. Si hubieras estado ahí, habrías muerto.

Cada vez me preocupa menos caer bien. Ayer ni saludé al vecino, se me olvidó, ¿puedes creerlo? Con la de veces que me he puesto la sonrisa de plástico y tú lo has notado.

Pero es que ya comprendo: lo que piensen o dejen de pensar de mí son sólo palabras. Y las palabras ya sabemos lo que ocurre. Que llega el viento y se las lleva, como a las golondrinas. Por cierto, que no sé si quiero tener hijos. La gente lo da por supuesto, es muy gracioso. La ven a una con tetas y piensan que ya es suficiente, que ya está el deseo. Y no. Las hay que tenemos el cuerpo recubierto de plumas. Las hay que queremos volar todavía muy lejos.

Las hay que un día nos perdemos en una isla y no nos encuentra ni Dios. Así que cuidadito.

¡Ay, amor! Se me está yendo el miedo. Resulta que me levanté por la mañana y se me escapó de las manos. ¿Quién puede tenerle miedo a estos paisajes?, ¿qué hay que temer que sea real?, ¿cómo es posible que tirite bajo este cielo azul, sobre la tierra que es ceniza? No. Mira, voy a cubrirme las piernas de arena, y no pienso moverme hasta que vengan las olas y me echen.

Esta noche montaré el campamento en el bosque que está junto a la playa. Abriré mi maletita y sacaré mi ropa. Me encanta llevar pantalones pegados, ¿lo sabías?, y camisitas de tirantes, y el ombligo a la vista, y los pies descalzos. Sobre las doce me leeré a mí misma, me haré trenzas en el pelo, vendrá la lechuza gris y cantaré las canciones de mi abuela. Y sonarán muy alto, por el pueblo y los regadíos, por el océano y el volcán. Seré una loca. Y me importará tan poco como me importa mi vida en Madrid. Escucha, voy a construir un túnel subterráneo y voy a meterme ahí, para salir por la otra punta del mundo y desaparecer unos días. No te asustes. No pasa nada. Es sólo que quiero estar sola, conmigo.

¡Qué gusto da escribir en automático, mujeres!
Muy cerquita de vosotras, pero lejos lejos lejos…
Nuria.